¡Echo de menos al abuelete de los helados!
Hubo un día, de los primeros de mi trabajo como “viajante”, en los que en una gasolinera (creo que la de la entrada de Álora), me abordó un vejete diciéndome que si quería un helado casero mientras señalaba una motillo. Estaba ésta aparcada a la sombra y tenía dos grandes neveras de playa a modo de serón. Me intrigó la idea y le dije curioso que sí. Sacó de un compartimento un barquillo de galleta y de una de las neveras sacó una tarrina, hizo una bola, y me ofreció el helado (barato por cierto). Mientras me comía el helado me contaba que él se había dedicado a esto toda su vida y que los andaba vendiendo por las ferias cercanas y en las tardes de verano.
El helado estaba bueno aunque no muy bien batido, debido sin duda a que aquellas manos no tenían ya la fuerza de antaño.
¡Echo de menos al abuelete de los helados!
Sí, y con cierta preocupación pues no lo he vuelto a ver más desde entonces y si con la edad que tenía seguía “trapicheando”, no creo que ahora su retiro sea voluntario. Espero que esté bien y que sólo sea un problema de casualidades. Espero encontrármelo un día para poder disfrutar otra vez de un helado que si bien no era el más sabroso que he probado, si era el de más “sabor”.
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