04 abril 2009

A mi abuelo Manuel

Era una cálida tarde de primavera….
Estaba sentado en una silla con el asiento circular, echa de madera ligera, que a pesar de ello podía sin problemas con el corpulento cuerpo de Manuel. Éste estaba haciendo “tonizas” para luego elaborar alguna cesta, cinturón o costurero (ya lo pensaría más tarde). Las hacía con cuerdas de plástico, no con esparto como antiguamente, pero a él le iba bien así y además le permitía alternar colores creando unos contrastes curiosos. No recordaba cuantas cosas había hecho con aquellas manos ya que siempre las acababa regalando a familiares o amigos y había perdido la cuenta. Se las miró pensativo y tras unos segundos continuó con su tarea. Aquellas manos, grandes y fuertes, que en un tiempo sujetaron un fusil en la durísima batalla de Brunete, en nuestra triste guerra civil, y asieron con fuerza zoletas, amocafres y todo tipo de herramientas de labranza, se entretenían divertidas hoy en día en elaborar aquellos curiosos objetos y en jugar a la petanca.
- ¡Para haberlas aprendido a la vejez no se me dan mal estas cosas al fin y al cabo! Reconocía para sus adentros con mal disimulado orgullo.
Se secó el sudor de la frente con el envés de la mano y al sentir el roce del reloj, giró la muñeca para ver qué hora era ya.
- ¡Las cinco y media! ¡Niña! ¡Anita! ¿Hoy no se toma el cafelillo?
Al poco rato apareció Anita con un café y un par de magdalenas y se las puso en la mesa de formica del comedor, frente a un gran sillón de madera con apoyabrazos y asiento de cuerdas, que hacía las veces de humilde “trono”. Se acomodó en él y se dispuso a merendar.
- Je, je (reía para sus adentros) mañana cuando llegue mi Antonia con mis nietos estarán deseando sentarse aquí y me buscarán las vueltas para quitármelo. ¡Tendré que hacerme un poco el loco!
- En cuanto pueda me los llevaré al parque con cualquier escusa y así los tendré para mi solito un rato que hace meses que no los veo.
Entonces se acordó de su difunta esposa y, una ligera niebla de tristeza, empañó su vista como le pasaba siempre cuando pensaba en que ella no los había llegado a conocer ya que falleció varios años antes de que éstos nacieran. Manuel había sido una persona alegre pero desde aquello (y mira que hacía años) nadie le había oído ni tan siquiera silbar, como si su esposa se hubiera llevado consigo las melodías de su cabeza.
Movió el café, agitó suave la cabeza como sacudiéndose aquellos pensamientos, y el brillo volvió a sus ojos. Sacó las magdalenas de su envoltorio raspando con su vieja navaja el papel para que no se quedara nada pegado. Costumbre ésta generada posiblemente en la época de escasez o simplemente por goloso ¡quién sabe!
Cuando acabó la merienda, recogió su trabajo, se caló su mascota * para protegerse del sol que ya iba apretando en esos días y apoyándose en su bastón, salió a la calle no sin antes despedirse de su Anita. Se dirigió a paso lento hacia el parque para reunirse con sus compañeros de petanca y dominó.
- ¡A ver quien falta hoy! ¡Cualquier día de estos me toca a mí!

Era una cálida tarde de primavera. .….

*En Andalucía sombrero flexible.

1 comentario:

Ana Mari dijo...

Muy bonito y sencillo. Me gusta.