El otro día en Cádiz contemplé dos escenas completamente atípicas.
En el primer caso veo a un hombre bien vestido, vuelto de espaldas a la calle mirando a la pared, girando la cabeza nervioso a un lado y a otro y pensé que tenía por allí algún perrillo meando en un sitio inapropiado. De pronto se agacha y coge una colilla del suelo, se la guarda en un bolsillo de la chaqueta y se va ligero calle abajo. Me quedé a cuadros porque era lo que menos me esperaba.
En el otro caso me encuentro con un joven sucio, con la ropa desgarbada, rastas larguísimas y enmarañadas y con un perro sin collar ni correa, merodeando alrededor suyo. Se echa la mano a un bolsillo y pensé que iba a sacar tabaco o algo más aromático. Para mi sorpresa saca un pañuelo de papel, se agacha y recoge una caca del perro para tirarla a una papelera. Toda una lección de civismo que deberían copiar más de un “elegante” personaje de nuestras ciudades.
Como veis dos casos opuestos y al revés de lo que cabría esperar en un mundo de "apariencias".
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